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¡Hola a todos!

Somos Ingrid y Silvia. Hemos creado este blog sobre lectoescritura para intentar poner un granito de arena en la mejora de las dificultades que puedan presentar algunos niños respecto al tema.
Nos gustaría que lo que aportamos sirviese de ayuda.

Un beso y un saludo!

martes, 16 de noviembre de 2010

Estrategias para el aprendizaje de la lectoescritura

Os presentamos algunas actividades que sirven de refuerzo en Infantil para trabajar la lectoescritura. Pretendemos evitar la enseñanza tradicional y monótona de las fichas y por eso, hemos pensado algunas propuestas que pueden dirigir a los niños hacia el perfeccionamiento de la lectura y la escritura de manera divertida. 
Éstas en concreto, van destinada a profesores, pero algunas de ellas podrían adaptarse para que los padres las trabajaran en casa con sus hijos. 




1.EL CLUB DE LOS LECTORES DE CUENTOS
Cada niño traerá de casa un libro a la escuela. 
La tutora decorará el rincón de la biblioteca bonito, para que se convierta en un sitio importante de la clase que todos cuiden. Participarán los alumnos en la decoración del rincón, por ejemplo, trayendo de casa disfraces y objetos mágicos para poder representar algún cuento caracterizados para la ocasión…
 El rincón de la biblioteca debe ser un lugar tranquilo, apartado de otros rincones de más actividad motriz.  Debe ser un lugar llamativo, acogedor y motivador, que capte el interés del alumnado y los motive a participar en él
Conforme vayan trayendo los libros, se irán colocando en la biblioteca del aula. Una vez que todos han traído los libros, la profesora reúne al grupo y dice: “un pajarito me ha dicho que a los niños le gusta mucho los cuentos. ¿Es verdad?, ¿Cómo son los cuentos?, ¿Quién se anima a contar un cuento cortito?, ¿Quién os cuenta los cuentos en casa?, ¿de día o de noche?, ¿antes de dormir o durante la cena?, ¿sabéis contar cuentos?, ¿qué cuentos?...”
De ese modo, la profesora comienza un diálogo con los alumnos a cerca de los cuentos. Cada día, la profesora intentará dialogar con ellos sobre cualquier aspecto de literatura infantil que se le ocurra, dejando que sean ellos los que hablen y cuenten sus experiencias.
Posteriormente al diálogo, se leerán los cuentos. La lectura de los cuentos variará dependiendo del día:

-    Unas veces será la profesora la que los lea para después, hacerles preguntas sobre el cuento o hablar sobre los personajes.
-    Otras, serán ellos por orden de lista los que leerán un cuento al resto de compañeros, con la ayuda de la profesora si se necesita.
-    Se leerán cuentos de manera grupal. La tutora irá nombrando a alumnos para que continúen por donde se ha quedado el compañero de antes contándolo.

En ocasiones, si todavía queda tiempo de la media hora dedicada a esta actividad, se puede realizar dichas actividades relacionadas con la lectura:

-Ver el video del libro leído.
-Establecer similitudes y diferencias.
-Confeccionar dibujos, cambios de personajes, de finales. 
- Dramatizar distintas escenas.

 Cuando se haya leído todos los cuentos, los alumnos los devolverán a sus casas trayendo nuevos ejemplares.


2. LOS MENSAJES DE LA LUNA

   El docente cuenta en el rincón de la asamblea de clase, mientras todos están sentados en el suelo formando un círculo, el siguiente cuento:

 

"LA LUNA DE AZÚCAR"

Había una vez un niño llamado Lucas que creía que la Luna era blanca porque estaba cubierta de azúcar. Y a él le gustaban tanto los dulces que soñaba cada noche con viajar a saltitos, de estrella en estrella, hasta llegar hasta allí... ¡y comer azúcar hasta hartarse!
–Seguro que los que viven allá arriba –pensaba Lucas– comen azúcar todo el día. ¡Claro! Por eso a veces la Luna tiene forma de media sandía, porque sus habitantes no paran de mordisquearla. ¡Debe de estar tan rica!
Un día, Lucas se decidió por fin a vivir su gran aventura. Cogió una potente linterna de su padre y esperó a que anocheciera. Cuando toda su familia dormía, se levantó de la cama sin hacer ruido y fue hacia la ventana. La abrió de par en par, encendió la linterna y comenzó a hacer señales de luz a la Luna.
– ¡Eh! ¡Eh! ¡Si los de la Luna me veis, hacedme una señal! –exclamaba mientras encendía y apagaba la linterna.

Y así estuvo un buen rato. Pero, por más que lo intentaba, nadie le contestaba. Decepcionado, apagó la linterna. “¡Pues sí que son antipáticos!”, se quejó mientras se metía en la cama.

Antes de dejarse vencer por el sueño, Lucas no pudo resistirse a mirar otra vez la Luna a través de la ventana. Estaba tan redonda, tan blanca, tan brillante, tan azucarada... Pero, ¿qué estaba pasando? ¡Era increíble! Desde la Luna, alguien le devolvía el saludo con una luz que se encendía y se apagaba. Lucas saltó en seguida de la cama y fue hacia la ventana con su linterna.
– ¡Eh! ¡Hola! ¡Soy Lucas! ¡Invitadme a la Luna unos días!
La luz intermitente que llegaba desde allí se hacía cada vez más grande. Lucas tuvo incluso que cerrar los ojos para que aquel enorme resplandor que inundaba su habitación no le dejara ciego. Cuando notó que la luz ya no era tan intensa, abrió tímidamente los ojos y comprobó con asombro que estaba en un lugar que no conocía. Llevaba puesto su pijama, eso sí, pero se encontró sentando encima de una inmensa bola blanca. Miró hacia arriba y era de noche. Había tantas estrellas que apenas quedaban lugares oscuros entre una y otra.
– ¿Será esto la Luna? –se preguntó algo asustado.

Y en seguida se decidió a comprobarlo. Pasó su dedo por el polvillo blanco que cubría el suelo y luego se lo acercó a la lengua.
– ¡Es azúcar! ¡Es azúcar! ¡Estoy en la Luna!

Cuando se disponía a repetir del dulce manjar, apareció ante él una niña rubia que tenía dos estrellas doradas en vez de ojos. Sonriendo, le dijo:
– Tranquilo, que no se va a acabar.
– ¿Quién eres tú? –Preguntó Lucas–. ¿Vives aquí, en la Luna?
– Sí, me llamo Z44-A, aunque me suelen llamar sólo “Zeta”.
– Yo soy Lucas y soy de la Tierra. ¿Viste mis señales?
– Sí, claro. ¿No sabes que desde la Luna lo vemos todo?
– Oye, Zeta, ¿puedo comer más azúcar?
– Toda la que quieras. Tenemos mucha.
Entonces Lucas se abalanzó sobre el blanco –¡ y dulce!– suelo y comenzó a llenarse las manos de azúcar para llevárselo a la boca. Zeta le miraba sonriendo.
– Por más que como, nunca se acaba. ¡Ja, ja! ¡Qué gozada!
Y así siguió horas y horas hasta que, como pasa siempre, se hartó.
–Zeta, ahora me gustaría tomar una buena taza de chocolate.
– ¿Chocolate? Aquí desayunamos azúcar, comemos azúcar y cenamos azúcar. Nos basta con eso.
– ¿Y no tenéis polos de limón, o de fresa, o caramelos, o chuches, o pasteles?
– ¡Qué tontería! ¿Y qué haríamos con todas esas cosas si sólo nos gusta el azúcar?
– ¡Pues vaya aburrimiento! Si por lo menos me la pudiera comer toda, como hago en la despensa de mi madre. Pero es que aquí nunca se acaba, por más que coma. Y eso cansa a cualquiera.
–Claro, como tú no eres de la Luna...
– ¡Exactamente! Será mejor que me devuelvas a la Tierra.
– Tendrás que esperar a que otro niño nos haga señales con su linterna. Entonces tú te irás y él vendrá a probar nuestro azúcar –dijo Zeta sin inmutarse.
– ¿Y cuándo pasará eso?
– Nunca se sabe. Pueden pasar días, meses, años... ¡o siglos!
Al oír la palabra “siglos”, Lucas se llevó las manos a la cabeza y se puso a llorar desconsoladamente.
– ¡En qué lío me he metido! ¡Cuando vuelva a la Tierra seré ya un abuelo! –se quejaba con el rostro lleno de lágrimas.
–No te preocupes, Lucas, que a lo mejor hay ahora mismo algún niño que quiere viajar a la Luna. Toma esta linterna e intenta llamarle.
Lucas, limpiándose las lágrimas, cogió la linterna, la encendió y se incorporó en lo alto de la Luna.
– ¡Eh! ¡Eh! ¡Te invito a la Luna, niño de la Tierra! ¡Ven, por favor!
Pero nadie contestaba. Y Lucas estaba cada vez más desesperado. De repente, vio que desde la Tierra surgía una lucecita intermitente.
– ¡Mira, Zeta! Ya ha picado un niño. ¡Guay! ¡No sabe la que le espera!
– Has tenido mucha suerte, Lucas. El que se cambió por ti llevaba aquí dos meses.
– Así que ya puedo irme, ¿no?
– Sí. Me ha alegrado mucho conocerte. Hasta la vista, Lucas.

Y entonces Zeta le empujó suavemente y Lucas comenzó a deslizarse a gran velocidad por la superficie redonda de la Luna. 
– ¡Ay! ¡Qué vértigo! ¡Me voy a caer a la Tierra y no llevo paracaídas!
En pocos minutos, Lucas había abandonado la Luna y descendía a gran velocidad a través de las brillantes estrellas. Menos mal que su pijama se enganchó en una de ellas y pudo al fin detener su vertiginoso descenso por el espacio. Pero el pijama comenzó a ceder poco a poco... hasta que se rompió. Y Lucas siguió cayendo y cayendo y se dio de bruces con el planeta Tierra. Cuando abrió los ojos, se encontró en la cocina de su casa... ¡encima de un montón de azúcar! Su madre le estaba zarandeando.
– ¡Lucas! ¡Despierta! Otra vez has venido sonámbulo a la cocina, pero hoy te has pasado: ¡te has comido casi un kilo de azúcar! Seguro que mañana estarás enfermo. Vamos, a la cama.
– Mamá, te prometo que nunca más iré a la Luna y jamás volveré a probar el azúcar. Si no llego a tener suerte, llego convertido en un abuelo. ¡Te lo juro!
– ¡Este niño no tiene remedio! –murmuraba su madre mientras le rodeaba con un brazo y le conducía a su habitación.
– ¿Sabes, mamá? Odio la Luna. Pero la odio de verdad.
– Sí, claro, hijo –contestó su madre sonriendo y muerta de sueño

Una vez contado el cuento, la profesora les dirá a los alumnos: “la luna ha venido a clase a visitarnos porque quiere hablar con nosotros. Nos quiere contar como se llama, que hace aquí, recitarnos tal vez una poesía…  nos comunicaremos con ella por medio de esa caja de mensajes…”
La luna, que estará colgada en un rincón del aula, tiene una caja de mensajes con dos cajones, uno para los mensajes que ella envía y otro para los que escriben los niños.
Se trata de que aprovechando el cuento de la luna, ésta se convierta en un personaje mágico que escribe poemas, felicitaciones, agradecimientos, mensajes positivos y todo lo que se nos ocurra.
Los niños escriben notas para la luna en un rato que la profesora les da, y el día que toque, mirarán en el cajón las respuestas de la luna, escritas por la docente obviamente.
Cada niño escribirá individualmente en un trozo de papel su mensaje, el que quiera, y cuando esté terminado, lo meterá en la caja sin que nadie más lo pueda ver.
Cuando la profesora haya podido contestar a todos los alumnos “de parte de la luna”,  de uno en uno, irán abriendo sus mensajes y contarán al resto de compañeros su escrito y la supuesta contestación de la luna.
Los niños le enviarán nuevos mensajes a la luna, esperando ansiosos su contestación… 


3. ¿CUÁL ES EL MENÚ DE HOY?

En esta actividad convertiremos la clase en un famoso restaurante de la ciudad que tiene numerosas visitas al cabo del día.
La profesora previamente al desarrollo de la actividad ambientará la clase con alimentos de plástico, platos, vasos, utensilios de cocina, un enorme cartel colgado de la pizarra con el título “Restaurante Riquísimo” además de hacer a cada alumno un delantal y un gorro de cocinero con papel continuo.
Consiste en redactar un menú para el restaurante en el que trabajan.
Una vez que los alumnos se han puesto el uniforme de cocina y está todo preparado, la profesora les explica la siguiente situación:

El restaurante Riquísimo es nuestro restaurante y todos trabajamos en él. Es un restaurante muy famoso de la ciudad al que asisten muchas personas con muy buen gusto y paladar a probar nuestros deliciosos menús. Vosotros sois los cocineros y yo soy la jefa de cocina, lo cual quiere decir que todo lo que hagáis será supervisado por mí y daré el visto bueno antes de llevarles los platos a los clientes.
Hoy vamos a tener un día muy ajetreado en el restaurante porque han venido cientos de personas de todo el mundo a probar nuestros menús. Como aún son las 10:00 de la mañana, tenemos tiempo de sobra hasta la hora de comer para confeccionar diferentes menús y dejar contentos a nuestros clientes. Así que, cocineros, ¿Estáis listos para inventar platos buenísimos?, ¿Vamos a ello?...

La profesora repartirá a cada alumno una hoja donde aparezca:
Nombre cocinero:
Primer plato:
Segundo plato:
Postre:
Bebida: 



Los alumnos deberán pensar individualmente un menú con sus platos correspondientes y escribirlo en las líneas que la profesora ha puesto en las hojas. Leerán ellos las indicaciones por delante y por detrás y deberán responder en el sitio correspondiente.
Una vez que todos hayan hecho sus menús, se los entregarán a la maestra y está los irá colgando con chinchetas en un corcho hasta que estén todos confeccionados. En ese momento, formarán un corro sentados en el rincón de la asamblea y cada uno irá leyendo su menú al resto de la clase. 





1 comentario:

  1. satisfactorio para mi,puesto que buscaba las estrategias y aqui tengo varias.

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